15/6/11

REVOLTA A CATALUNYA - El mur de les lamentacions: opinions, reflexions i aportacions diverses

“La calle”

La calle como hoguera de sueños. En los pasos de las personas los sueños arden hasta consumirse o hasta extenderse de unos a otros convirtiendo a veces las noches en un gran incendio.

La sospecha continua del poder público de las malas intenciones per se que puedan tener los viandantes siempre disfrazados con una bufanda de un equipo de futbol, un pelo extraño, una camiseta con mensaje.

La cámara. Todos los que amamos el cine odiamos el significado de esas cámaras. Esas cámaras no reflejan la vida como gritaba Truffaut desde sus críticas de cine y después desde su propio cine. Reflejan códigos de conducta asumidos ya internamente por la población mediante la biopolítica. Sí, también esto es la vida, pero controlada. Una batalla entre la vida pública de los paseantes  y la apropiación de ella por actividades ilícitas y persecutorias del poder público que ven la vida social como un espejo invertido del viejo dicho “virtudes públicas, vicios privados”

En las revueltas de Cataluña, de Islandia, Grecia y países de oriente medio, la calle, mediante la gimnasia revolucionaria, ha vuelto a ser de las personas que caminaban por ella. No de los ciudadanos, pues no todos accedemos a ese estatus de ciertos privilegios, sino de turba, multitud, muchedumbre de personas que incluso delante de las cámaras, se confunden. Tú ya no eres tú y yo he dejado de ser lo que soy, lo que seremos, con el único motivo de estar y ser lo que quiera que seamos en ese momento. Imposible de controlar, imposible de parar, imposible dejar de sentir miedo y  valor. Con una tremenda capacidad de violencia y de odio, que por ahora es monopolio exclusivo del estado. Pero que frente a una ola gigantesca, una efervescencia colectiva, de incertidumbres por los dos lados, como dice un lema leído en la acampada de Barcelona.: “Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen”.

Esa lluvia de improperios, de empujones, de resistencias se articulan momentáneamente. Después viene el orden y la lógica de las respuestas represivas que deben ser contrarrestadas por un orden y una lógica desde el bando reprimido para vehicular toda esa fuerza, toda esa pasión desplegada en  minutos , horas, días, en una actitud de militancia tan responsable como duradera. Esa es la gran dificultad. Frente a explosiones de júbilo o enfado, la certeza de que el paso lento e inexorable del tiempo debilita la furia, es un elemento que los propios poderes de la muchedumbre saben que aparece como síntoma de cansancio.

Tal vez esa sea el gran escollo de estos movimientos: durar en el tiempo, sobrevivir. Para eso sólo existe una solución: mutar, despistar, disfrazarse. En el fondo es lo que el odio de clase baja lleva haciendo desde que nació. Adquirir distintos disfraces para atentar contra los enemigos verdaderos, como son empresas multinacionales y sus representantes políticos. Y contra los enemigos que el propio hombre y el poder crea para mirar hacia otro lado: racismo, xenofobia, cuya articulación por el propio poder es una manera de separar o juntar a personas sin preguntar por el derecho a la indiferencia o el derecho a la colaboración, pero decidido por ellos mismos. Nunca por la fuerza de las instituciones, siempre por el  empuje del descontento.
Por Alberto Pérez de la Fuente

Reseña de  “Homenaje a Catalunya” de George Orwell

“¡Resulta extraño cuánto afecto se puede sentir por un desconocido! Fue como si su espíritu y el mío hubieran logrado momentáneamente salvar el abismo del lenguaje y la tradición y unirse en absoluta intimidad. Deseé que sintiera tanta simpatía por mí como yo por él. Pero sabía que para conservar esa primera impresión no debía volver a verlo, y así ocurrió en efecto”.

Este párrafo no sólo resume el sentimiento de un libro escrito con pena y nostalgia, de lo que pudo haber sido y no fue, o no alcanzo a ser del todo, también es una demostración palpable de la complejidad del ser humano. De su capacidad de amar y de odiar.

Se podría decir que el amor y el odio, después de leer este libro, es un acto social, un argumento para la movilización, un sostén para actitudes totalmente distintas que viajaban desde  la pasión de cambiarlo todo de los anarquistas y el POUM  (Partido Obrero de Unificación Marxista) al ansia de controlarlo todo por los estalinistas.

Este libro es un viaje desde el optimismo de la revolución a la decepción de la contrarrevolución. Todo movimiento social tiene fuerzas contrapuestas que intentarán echar para atrás o hacerse con el poder dentro de una masa de personas cuya heterogeneidad se transforme, pasado el tiempo,  en un desmembramiento de lo que al principio parecía totalmente homogéneo.

La delicadeza  con la que Orwell trata relata todo lo tratado en este texto, está teñido con otros dos sentimientos: la tristeza y el desencanto.

Escrito con el alma en un puño y editada en mil novecientos treinta y ocho cuando todavía no había acabado la contienda, pero ya era claro lo que se avecinaba, es unas memorias básicas para entender todos los factores políticos que intervienen en un enfrentamiento entre diversas fuerzas.

Por Alberto Pérez de la Fuente

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